El carácter cada vez más global de la economía, los continuos cambios geopolíticos, la tendencia hacia un desarrollo sostenible y la competencia mundial entre territorios son factores que condicionan el futuro de las ciudades y las regiones en función de su capacidad de adaptación a dichos cambios.

De ahí que, desde hace ya tiempo, los propios gobiernos se han dado cuenta de la importancia estratégica que tiene la planificación en el ámbito de los territorios y de las ciudades, por lo que suelen llevar a cabo sus propias reflexiones orientadas a la consecución de objetivos como la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, el aumento de la visibilidad de su ciudad o territorio para la atracción de personas, talento e inversiones, la optimización de las condiciones para la operativa de las empresas, el compromiso con los servicios y las infraestructuras públicas, por lo que cada vez es más necesario un correcto planteamiento del proyecto urbano.

De hecho, ante un escenario de permanente cambio como el actual, la capacidad para adaptarse puede marcar la diferencia entre las empresas o los sectores que alcanzan el éxito y aquellos/as otros/as que sufren las consecuencias de una estrategia errónea o de una falta de estrategia competitiva.